"Antes de aprender a meditar tienes que aprender a no dar portazos" Monje Budista


domingo, 8 de noviembre de 2015

Declaración de amor.

Cuatro años atrás las palabras empapadas en dolor tenían sentido. Hoy todo se enquista o se evapora, deja de existir en un segundo y se pierde en el infinito. Quisiera dejar de pensar en cuál es la decisión correcta y solo tomarla, quisiera tener el valor de desatarme de todo lo que no es mio pero de todo de lo que soy y apretar el gatillo, saltar de la terraza, tomarme las pastillas, envenenarme con el raticida y lanzarme a ese bus.
Hoy leía entre frases absurdas que Schopenhauer pensaba que los suicidas amaban la vida y recuerdo las frases de Benedetti en medio de una de esas novelas de amor uruguayo: "Soy triste con vocación de alegre" y sí, soy una triste con vocación de alegre, estoy amarrada en medio de lo que podría ser pero no es porque no soy, yo no soy así, pero tampoco dejaré de ser.
Me he preguntado más de una vez si este cuerpo detestable es o existe (está) , tan importante es una palabra en la significación de este peso que cargo; todos miran, hablan, preguntan, pero no ven más allá y yo tampoco...
¿Qué voy a hacer? Esto no tiene solución, no tiene una solución cercana, y tal vez tan solo a largo plazo, tal vez algunos nacimos como Sísifo, con el castigo eterno pagando una falta que no recordamos cometer y mi castigo pesa más de lo que debería pesar yo, de manera literal. Quisiera derretirme, quitarme este cuerpo-castigo, esta cárcel para nada platónica, pero esto es lo todo lo que tengo y es lo único que hay, al menos para mi. No hay lugar correcto para estar, no hay nada bueno para hacer mientras todo lo que quiera sea salirme de mi.
Andrea, te odio. La grasa te ha chupado la cabeza... Vete a dormir, por siempre.

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